Tuesday, May 09, 2006

LA MÚSICA ACTUAL TIENE UNA MAGIA QUE TRANSFORMA EL ALMA, AQUI TE COMPARTO ALGO QUE COPIE DE INTERNET, Y ES UNA CANCIÓN MUY BELLA.
DE JAMES BLUNT.
James Blunt - You're Beautiful
My life is brilliant. My life is brilliant.My love is pure.I saw an angel.Of that I'm sure.She smiled at me on the subway.She was with another man.But I won't lose no sleep on that,'Cause I've got a plan.You're beautiful. You're beautiful.You're beautiful, it's true.I saw your face in a crowded place,And I don't know what to do,'Cause I'll never be with you.Yes, she caught my eye,As we walked on by.She could see from my face that I was,Flying high,And I don't think that I'll see her again,But we shared a moment that will last till the end.You're beautiful. You're beautiful.You're beautiful, it's true.I saw your face in a crowded place,And I don't know what to do, 'Cause I'll never be with you.You're beautiful. You're beautiful.You're beautiful, it's true.There must be an angel with a smile on her face,When she thought up that I should be with you.But it's time to face the truth,I will never be with you.
- Al Español -
ERES HERMOSA
Mi vida es brillanteMi vida es brillanteMi amor es puroHe visto un ángelDe eso estoy seguroElla me sonrió desde el metro Estaba con otro hombrePero no perderé el sueño con esoPor que tengo un plan.Eres hermosa, eres hermosaEres hermosa, es verdadVí tu cara en un lugar lleno de genteY ya no sé que hacer, Por que nunca estaré contigo.Sí, ella cautivó mi vista,Caminamos estando cerca,Ella pudo ver en mi caraQue estaba alucinandoY no creo que la vuelva a ver otra vezPero compartimos un momento que durará hasta el final.Eres hermosa, eres hermosaEres hermosa, es verdadVi tu cara en un lugar lleno de genteY ya no sé que hacer Por que nunca estaré contigo.Eres hermosa, eres hermosaEres hermosa, es verdad Tuvo que haber un ángel con la sonrisa en su caraCuando ella pensó que por encima de esto debía estar contigo.Pero es hora de enfrentar la verdad, nunca estaré contigo
¿CIERTO QUE ES HERMOSA?

ME HA PARECIDO MUY PERTINENTE COMPARTIR ESTE PEQUEÑO ARTÍCULO. OJALA LES PUEDA ORIENTAR.
El rostro crudo de la violenciaen contra de las mujeres
Ana Cáceres O.
Psicóloga, Instituto de la Mujer
Esconder el abuso y vivir como si nada sucediera; actuar socialmente de una manera y en lo íntimo de manera totalmente opuesta; el discurso de la libertad y la práctica de la opresión, son formas frecuentes de ocultar o no asumir la discriminación y la violencia con aquellas(os) que en el mapa de la cultura dominante son menos poderosos, poseen menos atributos, no son dueñas(os) ni de su propio ser.
La invisibilidad, las trivializaciones y la revictimización en relación al ejercicio del maltrato en los hogares, en el trabajo, en la sociedad, como forma "naturalizada" de mantener el control de las conductas de las mujeres, parecieran ser —entre otros— mecanismos de defensa institucionalizados que tienden velos sobre lo que podemos denominar las cotidianidades escindidas y/o las dobles fachadas en el ámbito privado-social. Pátina que cubre de historias negadas en las raíces de silencio, en el simbolismo del amor imbricado a la agresión de la otra, el abuso de siglos como el patrón normal.
Adiestrados los habitantes para cumplir con las expectativas asociadas a nuestros roles de hombre y de mujer, aprendemos también que la desigualdad —la discriminación— y la violencia contra la población femenina no existen. Nuestras psiquis, constituidas tanto por valores, actitudes, experiencias propias, aprendizajes vicarios, como por los permisos y las prohibiciones culturales internalizados, nos configuran en la posibilidad —virtual— de ser víctimas o victimarios, de acuerdo a nuestro género; y ello aunque en los mitos compartidos las mujeres sean ensalzadas como dignas del máximo respeto y en las constituciones políticas sean iguales. En la vida, ser víctimas es parte de nuestro pellejo.
Los circuitos de violencia al interior de los hogares —y en todos los estratos sociales— pueden comenzar a darse desde los "pololeos" y en los primeros años de casados. El drama se vive desde el miedo, la ignorancia de los derechos, la subordinación por el lado de ellas y desde ellos, el uso de la violencia y la jerarquía como funcionamiento habitual. Indicarían la existencia de violencia doméstica dos veces vivido el ciclo: primero, humillaciones, amenazas y descalificaciones, etc., que en el clímax de la tensión se transforman en maltrato físico. A esta explosión le sigue la tregua del "arrepentimiento" del que abusa, el "amor" acallando pánicos y moretones de la abusada.
Los efectos de lo anterior recaen en las mujeres, los niños (víctimas directas o testigos), y trascienden el ámbito familiar, ya que inciden en el país en su conjunto. Constituyen un freno invisible al desarrollo: mujeres rendidas y devaluadas, frente a sí mismas y a los demás, se marginan de participar en sus territorios y en otros escenarios.
Los datos son abismantes: en la violencia conyugal, en 76 por ciento de los casos las víctimas son mujeres; en 22 por ciento, las agresiones serían mutuas, sólo que ellas responden a agresiones de ellos; y sólo un 2 por ciento serían hombres maltratados. En términos globales, en 50 por ciento de las familias existiría violencia intrafamiliar. En Chile, dos botones de muestra: una de cuatro mujeres en San Joaquín vive maltrato, 300 mil chilenas sufren de acoso sexual. "Tantas hermanas, tantos horrores..."
No sería entonces un problema privado, sino un problema social; una conculcación a los derechos de las mujeres, que interpelan a la responsabilidad de todos en su mantenimiento o eliminación.
La inexistencia de políticas públicas en este plano se constituye en políticas "desde la ausencia" que mantienen el apartheid de género. En Chile no contamos con leyes que sancionen el delito de la violencia doméstica, ni el acoso sexual en el trabajo ni en las aulas. Los códigos civiles y penales escritos con visiones androcéntricas constriñen posibilidades, niegan derechos, no sancionan crímenes evidentes. Es coherente, entonces, que en los procedimientos judiciales habituales las mujeres sean rotuladas como culpables de un delito cometido contra ellas.
Los preconceptos sobre la problemática son utilizados —con mucha frecuencia— en los medios de comunicación, favoreciendo el statu quo de los cautiverios de las mujeres (violadas, traficadas, explotadas, mutiladas, pornografiadas, etc.).
Las ONG, el movimiento de mujeres, la Red Chilena en Contra de la Violencia Doméstica y la Violencia Sexual, han contribuido, desde los ochenta, a sensibilizar a la opinión pública frente a estas violencias. Han establecido programas de atención a las víctimas y capacitación a los agentes sociales involucrados en la detección y tratamiento de quienes sufren esta cruel e inhumana cotidianidad.
Las evidencias de los abusos están presentes de muchas maneras: mujeres con problemas emocionales y de rendimiento laboral, consumo de alcohol y medicamentos, aislamiento social, abortos provocados por golpizas, intentos de suicidios, hospitalizaciones por daños psicosomáticos severos, miles de denuncias en postas y comisarias. Hijos e hijas que en el presente muestran rendimientos escolares deficitarios, trastornos emocionales, conductuales, adicción, embarazo precoz e incluso delincuencia, y que en el futuro tenderán a repetir el modelo de maltratador o maltratada, perpetuando el círculo del abuso y del dolor.
El signo de la violencia en contra de las mujeres es el sello de cada día. La negación y la invisibilidad no hacen más que agravarla, entorpeciendo la posibilidad de sembrar para el cambio vital y político al que aspiramos, en el que conquistemos la ciudadanía plena y fértil en un nuevo mundo.
Ana Cáceres O.
Psicóloga, Instituto de la Mujer
Esconder el abuso y vivir como si nada sucediera; actuar socialmente de una manera y en lo íntimo de manera totalmente opuesta; el discurso de la libertad y la práctica de la opresión, son formas frecuentes de ocultar o no asumir la discriminación y la violencia con aquellas(os) que en el mapa de la cultura dominante son menos poderosos, poseen menos atributos, no son dueñas(os) ni de su propio ser.
La invisibilidad, las trivializaciones y la revictimización en relación al ejercicio del maltrato en los hogares, en el trabajo, en la sociedad, como forma "naturalizada" de mantener el control de las conductas de las mujeres, parecieran ser —entre otros— mecanismos de defensa institucionalizados que tienden velos sobre lo que podemos denominar las cotidianidades escindidas y/o las dobles fachadas en el ámbito privado-social. Pátina que cubre de historias negadas en las raíces de silencio, en el simbolismo del amor imbricado a la agresión de la otra, el abuso de siglos como el patrón normal.
Adiestrados los habitantes para cumplir con las expectativas asociadas a nuestros roles de hombre y de mujer, aprendemos también que la desigualdad —la discriminación— y la violencia contra la población femenina no existen. Nuestras psiquis, constituidas tanto por valores, actitudes, experiencias propias, aprendizajes vicarios, como por los permisos y las prohibiciones culturales internalizados, nos configuran en la posibilidad —virtual— de ser víctimas o victimarios, de acuerdo a nuestro género; y ello aunque en los mitos compartidos las mujeres sean ensalzadas como dignas del máximo respeto y en las constituciones políticas sean iguales. En la vida, ser víctimas es parte de nuestro pellejo.
Los circuitos de violencia al interior de los hogares —y en todos los estratos sociales— pueden comenzar a darse desde los "pololeos" y en los primeros años de casados. El drama se vive desde el miedo, la ignorancia de los derechos, la subordinación por el lado de ellas y desde ellos, el uso de la violencia y la jerarquía como funcionamiento habitual. Indicarían la existencia de violencia doméstica dos veces vivido el ciclo: primero, humillaciones, amenazas y descalificaciones, etc., que en el clímax de la tensión se transforman en maltrato físico. A esta explosión le sigue la tregua del "arrepentimiento" del que abusa, el "amor" acallando pánicos y moretones de la abusada.
Los efectos de lo anterior recaen en las mujeres, los niños (víctimas directas o testigos), y trascienden el ámbito familiar, ya que inciden en el país en su conjunto. Constituyen un freno invisible al desarrollo: mujeres rendidas y devaluadas, frente a sí mismas y a los demás, se marginan de participar en sus territorios y en otros escenarios.
Los datos son abismantes: en la violencia conyugal, en 76 por ciento de los casos las víctimas son mujeres; en 22 por ciento, las agresiones serían mutuas, sólo que ellas responden a agresiones de ellos; y sólo un 2 por ciento serían hombres maltratados. En términos globales, en 50 por ciento de las familias existiría violencia intrafamiliar. En Chile, dos botones de muestra: una de cuatro mujeres en San Joaquín vive maltrato, 300 mil chilenas sufren de acoso sexual. "Tantas hermanas, tantos horrores..."
No sería entonces un problema privado, sino un problema social; una conculcación a los derechos de las mujeres, que interpelan a la responsabilidad de todos en su mantenimiento o eliminación.
La inexistencia de políticas públicas en este plano se constituye en políticas "desde la ausencia" que mantienen el apartheid de género. En Chile no contamos con leyes que sancionen el delito de la violencia doméstica, ni el acoso sexual en el trabajo ni en las aulas. Los códigos civiles y penales escritos con visiones androcéntricas constriñen posibilidades, niegan derechos, no sancionan crímenes evidentes. Es coherente, entonces, que en los procedimientos judiciales habituales las mujeres sean rotuladas como culpables de un delito cometido contra ellas.
Los preconceptos sobre la problemática son utilizados —con mucha frecuencia— en los medios de comunicación, favoreciendo el statu quo de los cautiverios de las mujeres (violadas, traficadas, explotadas, mutiladas, pornografiadas, etc.).
Las ONG, el movimiento de mujeres, la Red Chilena en Contra de la Violencia Doméstica y la Violencia Sexual, han contribuido, desde los ochenta, a sensibilizar a la opinión pública frente a estas violencias. Han establecido programas de atención a las víctimas y capacitación a los agentes sociales involucrados en la detección y tratamiento de quienes sufren esta cruel e inhumana cotidianidad.
Las evidencias de los abusos están presentes de muchas maneras: mujeres con problemas emocionales y de rendimiento laboral, consumo de alcohol y medicamentos, aislamiento social, abortos provocados por golpizas, intentos de suicidios, hospitalizaciones por daños psicosomáticos severos, miles de denuncias en postas y comisarias. Hijos e hijas que en el presente muestran rendimientos escolares deficitarios, trastornos emocionales, conductuales, adicción, embarazo precoz e incluso delincuencia, y que en el futuro tenderán a repetir el modelo de maltratador o maltratada, perpetuando el círculo del abuso y del dolor.
El signo de la violencia en contra de las mujeres es el sello de cada día. La negación y la invisibilidad no hacen más que agravarla, entorpeciendo la posibilidad de sembrar para el cambio vital y político al que aspiramos, en el que conquistemos la ciudadanía plena y fértil en un nuevo mundo.
FUENTE : http://www.lideresjovenes.cl
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