Tuesday, April 20, 2010

LA ORQUESTA DE DIOS. MEDITACIÓN



Desde hace varios años he comprendido la importancia de meditar sobre el propósito de Dios al crearme. Esta pregunta fundamental surgió quizás un poco tarde en mi vida, hubiera sido tan bueno haber alcanzado este punto de madurez en edad más temprana. Así, de un modo u otro transité demasiados años por los caminos del mundo sin instalar esta esencial cuestión en mi interior.
Esta fundamental pregunta se resume en descubrír cual es la misión de nuestra vida, cual es el sentido de nuestra presencia en este mundo, pregunta difícil que supongo nunca podré responder de modo final y contundente. Sin embargo, el solo hecho de plantearme esta cuestión una y otra vez, hace bien a mi alma, le da un espacio para crecer.
Hace poco tiempo pude compartir unas horas con un extraordinario sacerdote de más de ochenta años, en una escondida casa rodeada de nieve y bosques en el norte de la ciudad de New York. Allí encontré algunas respuestas que pude resumir en una
meditación que titulé "La vida es misión". Pero también pude redescubrír ese día un escrito que había surgido de mi varios años atrás, que orientaba nuestra vida al sentido de pertenencia a una gran orquesta, "La Orquesta de Dios". Así comprendí cómo la vida en solitario no tiene sentido, si es que no nos ponemos al servicio de Aquel que nos ha enviado a este mundo, para el bien del conjunto.
Espero les agrade este trabajo que da imagen y música a las palabras, para abrir nuestra alma al significado de un texto que invita al amor.


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Monday, April 05, 2010

MATERIAL DE APOYO DOCENTE. 2010


EL ASADO

"... pido a Dios que Jesucristo viva en sus corazones, gracias a la confianza que tienen en él, y que vivan sólo para amar a Dios y a los demás. Así, con todos los que formamos el pueblo de Dios, podrán comprender ustedes el amor de Cristo en toda su plenitud. Le pido a Dios que puedan conocer ese amor, que es más grande de lo que podemos entender, para que reciban todo lo que Dios tiene para darles". Ef.3:17b-19 BLS

Se cuenta la anécdota de un gran asado que se llevaría a cabo en la selva. Todos los animales habían sido invitados por el "rey león" y se les pidió que fueran a verlo para recibir las indicaciones. Todos los invitados deberían aportar algo especial para el banquete y el rey les indicaría lo que debían llevar.
Los animales estaban felices, se formaron en fila para presentarse delante del rey, todos querían participar, por nada del mundo querían quedar fuera. Uno a uno se fueron presentando y se les indicó lo que les tocaba: las ranas llevarían unos camarones, los cocodrilos unos huevitos de codorniz y a los elefantes unos maníes para el picoteo. Los tucanes una ensalada de maíz y los hipopótamos otra de lechuga. Las jirafas, se encargarían del postre, unas exquisitas frutas tropicales de las copas más altas de los árboles, los monos estarían a cargo de los jugos de coco y piña, etc. Conforme avanzó la fila, hasta el final quedó el entusiasta toro, que desde hacía rato les gritaba a sus colegas animales: - ¡¡Apúrense! yo también quiero participar!!
Por fin le tocó el turno, algo extrañado se acercó al rey quien le dijo: - Bien amigo, a ti te tocó la mejor parte, como bien sabes esto se trata de un asado, y tú mi querido Toro ¡aportarás la carne! (¡PLOP!).

Chistoso, ¿no?, claro que lo es "siempre y cuando" no sea a mí a quien le toque pagar el costo. Solemos entusiasmarnos por participar en un montón de actividades, con mayor razón si éstas tienen algo que ver con puestos especiales o algo que cuente con el reconocimiento de otros. Pero, la cosa cambia totalmente, cuando el beneficio o el éxito que se puede obtener es a costa nuestra. Y eso es precisamente lo que hizo Cristo por nosotros, lo sacrificó todo, no sólo se entusiasmó por participar de la fiesta, sino que se ofreció a sí mismo, para nuestro bienestar, para que hoy podamos disfrutar del banquete, a costa de su propia vida.

Existe una gran diferencia entre participar y comprometerse. Lo primero es agradable, pero lo segundo tiene un costo. Dios sabe exactamente de qué hablamos:
"El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros" Rom. 8:32

Su amor va muy por encima, sobrepasa todo conocimiento.
Nada, ninguno de los logros que hemos alcanzado o pudiésemos alcanzar a lo largo de nuestra vida puede compararse con el valor que tiene el conocer a Cristo, el único amigo que nos ama de tal forma que estuvo dispuesto a dar su vida por nosotros y tuvo la disciplina necesaria para que hoy nos deleitemos en Él.


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