Thursday, December 21, 2006


Prometete a ti mismo:

Ser tan fuerte que nada pueda turbar tu paz mental.

Hablar solo de salud, felicidad y prosperidad a toda persona que conozcas.

Hacer que todos tus amigos sientan que hay algo de valor dentro de ellos.

Mirar el lado bueno de todas las cosas y hacer que este optimismo se haga verdadero.

Sentirse tan entusiasta con el éxito de los demás como con el nuestro.

Olvidar los errores y penas del pasado y aferrarse a los grandes logros que alcanzaremos en el futuro.

Brindarle a cada criatura viviente que hallemos a nuestro paso una sonrisa.

Sentirnos demasiado fuerte para preocuparnos, demasiado nobles para encolerizarnos, demasiado seguros para temer y demasiado contentos para pensar en dificultades.

-Desconozco el autor

Se abren las puertas del perdón y de la esperanza: es Navidad
Por Plinio Corrêa de Oliveira

El secreto de la adecuada organización de la vida terrena se encuentra en las palabras que los ángeles cantaron a los pastores maravillados en la noche de Navidad: "Gloria a Dios en lo más alto de los Cielos y paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad".

Cuando los hombres reconocen la plenitud de todas las perfecciones de Dios y lo glorifican por ello, sus corazones vienen a poseer las buenas disposiciones que les hacen hombres de buena voluntad. El nacimiento de estas disposiciones en sus almas trae el reinado de la paz de Cristo a esta tierra.

Debemos pensar en esto, especialmente en estos días, cuando hacia donde nos volvamos encontramos confusión, discordia, odio, voluptuosidad, inmoralidad, falta de honradez y toda clase de males que se multiplican en la humanidad.

Si los hombres quisieran volverse hacía Nuestro Señor Jesucristo, tendríamos un mundo muy diferente.

Recordemos que la noche de Navidad es una noche de misericordia y de bondad, una noche de perdón y de esperanza. Al lado del pesebre del Niño Jesús está María, cuyas súplicas ante su Divino Hijo son omnipotentes. Ella tiene el corazón de una madre que ama a cada uno de nosotros más que todas las madres del mundo juntas podrían amar a su único hijo y que, por lo tanto, está dispuesta a obtener de su Hijo el perdón de nuestras faltas, la enmienda de nuestros errores y la firme resolución de seguir en todo la Ley de Dios.

Pensando en estas verdades, comprendamos sin embargo que por grande que sea el mal, todas las puertas de la esperanza estarán abiertas para nosotros, si nos volvemos hacia el Niño Jesús nacido en Belén. Esta es la consoladora esperanza que la Navidad nos trae.

Cuando las campanas de la medianoche anuncien que la Navidad está aquí, cuando los fieles vayan caminado con calma, cuando las familias se reúnan a rezar ante el Pesebre, recordemos esta gran esperanza y, poniendo de lado las aflicciones de la hora presente, intentemos entender las palabras de San Pablo: "Jesús Cristo, es el mismo ayer, hoy y siempre"

Este Niño nacido en Belén - el Niño Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad hecho hombre - es el Alfa y el Omega. La primera y la última letra, el principio y el fin de todo. A través de El nos viene todo bien.

Arrodillados ante el Santo Pesebre pidámosle todo lo que necesitamos y lo que nos falta. Pidámosle que nos quite todo lo que no deberíamos tener y adquirimos ilegítimamente. Pidámosle, sobretodo, amarlo, comprenderlo y unirnos con El, de modo que cuando El nos llame un día para rendir cuentas por nuestras vidas, podamos mirarle con confianza y verle abrir sus brazos para introducirnos en la eternidad feliz.

* * *